Bartolomé Ros

Exposición de PHotoEspaña 2009.

No sé si les he dicho alguna vez que soy ceutí consorte. Por ello, era obligada la visita a la exposición en el Cuartel del Conde Duque (¿para cuándo una web decente de este centro cultural?) de Bartolomé Ros, fotógrafo nacido en Cartagena, que desarrolló lo mejor de su carrera en Ceuta y en el antiguo Protectorado Español en Marruecos (las víctimas de la LOGSE pueden pulsar el enlace anterior para enterarse de qué es eso)

Zoco de Tetuán (1928)
Zoco del trigo, Tetuán.

Ceuta, Tetuán, Alcazarquivir y los pueblos de la región de Yebala, son escenarios en los que Ros retrató la vida militar, pero también a la gente de allí, moros españoles y españoles llegados de la península.

Tal vez la foto más famosa de Bartolomé Ros es una de 1926 en la que aparecen juntos el futuro dictador Francisco Franco y el fundador de la Legión Millán Astray, ya saben, el de “¡Muera la inteligencia, viva la muerte!”.

Esta imagen para mí está indisolublemente unida al magistral texto que sobre ella escribió Javier Marías y que publicó el diario El País en 1994. El artículo se recopiló después en el libro de Marías Vida del fantasma:

Pero es la cuarta fotografía la que hiela la sangre. El pie dice: “Millán Astray y Franco cantan junto a su tropa. Millán Astray, fundador de la Legión, eligió a Franco para que dirigiera el primer batallón”. Puede que estén cantando, pero la congelación del instante no nos lo permite ver. En todo caso, la cosa es aún peor si en efecto están cantando, porque nadie canta así. Más parece que estén abucheando o desafiando o escarneciendo a alguien. La cara de Millán Astray es la más acabada imagen de la chulería fanática. Alzado con desdén el bigote de hormigas, la dentadura picada e irregular, los ojos semicerrados como para mirar sin ser visto, su gesto es ya un insulto, parece que estuviera diciendo: “¡Anda ya! ¡A tomar por saco!” o alguna frase similar. Le pasa la mano derecha a su compinche por encima del hombro, y la cara de éste es la de un individuo en el que lo último que debería hacerse es confiar. La expresión de irrisión y rechifla, la denigración y la crueldad en la boca, las cejas turbias, los ojillos fríos mirando siempre con avidez, el conjunto del rostro mofletudo y fofo, es el de un criminal. Son un par de facinerosos, sin apelación. Si nos encontráramos hoy día con esas caras, ni la calle cruzaríamos en su compañía. ¿Nadie las vio? ¿Eran percibidas de otra manera en su tiempo?

Que un pueblo entero se deje engañar por las caras de Kennedy o del propio [Felipe] González es comprensible; que se dejara engañar por Franco, no. Por favor, miren la foto otra vez.

Que nos dejemos engañar por las caras de Obama o Zapatero es comprensible…