Durante la Edad Moderna, muchos españoles se convirtieron al Islam.
En el pasado, especialmente entre los siglos XVI y XIX, se conocía como renegados a los cristianos europeos que renunciaban a la religión cristiana y se convertían, realmente o en apariencia, al Islam. En particular, numerosos españoles se trasladaron, por razones diversas, a vivir a Marruecos o a la Argelia otomana y se hicieron musulmanes.
“Desde la Edad Media, el contacto entre Cristianismo e Islam produjo la presencia de la figura del renegado religioso, elevada a categoría social por su abundancia. En particular, durante la Reconquista española recibieron varios nombres: los muladíes, hispano-visigodos convertidos al Islam durante el siglo VIII; y en los siglos finales (XIV y XV) los elches, o cristianos (muchas veces ex-cautivos) que se convertían al Islam y los tornadizos, que eran la categoría inversa.”

Naturalmente siempre hubo gente que cambió de religión, pero con la unificación política y religiosa de los Reyes Católicos el término “renegado” adquirió toda su carga peyorativa.
Para Bartolomé Bennassar(1) los renegados son un producto sociocultural derivado de la porosidad de la frontera que existió entre cristianos y musulmanes. Un cristiano podía convertirse en renegado por caer prisionero en las razzias o en las conquistas militares, por haber desertado del ejército o simplemente por elección voluntaria de la otra religión.
Dice Ramón Lourido(2) que eran “gente de frontera”, que se sentía cristiana en su propia tierra pero que se adaptaba también fácilmente a las prácticas del Corán en tierras islámicas. Según Bennassar, los renegados son el signo indicador del parentesco de dos religiones no sólo próximas geográficamente, sino con muchos nexos doctrinales en común.

Muchos se convertían aparentemente para escapar de la cautividad, ya que al adoptar la nueva religión se volvían hombres libres. Algunos llegaron a integrarse totalmente en la sociedad musulmana y escalaron posiciones hasta alcanzar altos puestos, como ministros y consejeros reales, jefes militares, jefes de escuadrillas corsarias, etc. Pero incluso entre estos, muchos se adaptaron sólo externamente a las prácticas religiosas y sociales del Islam.
José María de Murga(3) cuenta que en el ejército de Marruecos hubo compañías enteras de renegados que, sorprendentemente, desfilaban al son de la Marcha Real española y de temas populares de nuestro folklore. También los artilleros del ejército del sultán turco y sus corsarios eran mayoritariamente renegados europeos.
Bennassar distingue tres tipos de renegados: los desgraciados, con tragedias personales a cuestas, víctimas pasivas de la confrontación religiosa; los que apostaron por el sueño turco a la busca de una promoción social, una buena carrera de armas, una vida lúdica y placentera; y por último, los nostálgicos de la tierra natal, soñadores desencantados arrepentidos que juegan la carta de la evasión.
Dentro de los renegados, existió una clase especial, la de aquellos soldados que habían desertado del ejército español en alguna de las guerras sostenidas con los sultanes. Los desertores estaban muy mal considerados y vivían apartados del resto de los renegados.

En general, los marroquíes procuraban no establecer relaciones sociales con los renegados, ya que sabían que la mayor parte de ellos sólo lo eran en apariencia y que, en muchos casos, abandonarían el país para regresar a España en cuanto tuvieran oportunidad.
Según Murga:
“Los renegados sólo se casan con hijas de renegados, con judías que se hacen mahometanas, con negras, con tal cual viuda no muy escrupulosa, o con mujeres a quienes, según el sentido literal de la palabra mora, les han dado suelta sus maridos.”
Miguel de Cervantes, que conoció a muchos renegados durante su cautiverio, escribió en Los baños de Argel:
“Envíame a decir cómo te llamas, y de qué tierra eres, y si eres casado;
y no te fíes de ningún moro ni renegado.”
Durante muchos años, los renegados que eran capturados iban a parar directamente a manos de la Inquisición. Los que regresaban voluntariamente a tierras cristianas debían presentarse ante la Inquisición para abjurar de su error y pedir perdón.

Pedro Antonio de Alarcón, en Diario de un testigo de la guerra de África, medita sobre la figura arquetípica que él llama el “abominable renegado”:
“En lo demás, la aparición de cada uno de estos desenterrados o resucitados que van surgiendo a nuestra vista a medida que turbamos el largo silencio en que ha yacido el imperio de Marruecos, quiero decir, la contemplación de cada renegado que encontramos en estas tierras no pertenecientes al mundo conocido, nos produce una emoción extraordinaria muy digna de análisis.
En efecto, experiméntase no sé qué asombro parecido al que os causaría hallar vivo al tiempo de derribar una casa a un hombre que hubiese sido emparedado muchos años atrás, o a la impresión que os produciría descubrir repentinamente una ciudad subterránea, ignorada de los geógrafos y arqueólogos, y habitada por gentes incomunicadas siglos y siglos con el resto de los humanos.
Digo más, al encontrar en esta inexplorada región semejantes personas, olvidadas del mundo en que se agitaron algún día, muertas civilmente, muertas también para sus parientes y amigos, perdidas en el tiempo como fantasmas disipados en el espacio, y al encontrarlas vivas, con memoria de lo que fueron, hablando la lengua patria con cierto rubor, cual si creyesen ofender el venerable idioma de sus padres (aquel idioma que abandonaron, que procuraron olvidar, que no ha resonado en sus oídos durante tanto tiempo, pero que dormía en su alma, vívido, inalterable, incorruptible, como un remordimiento en la conciencia); al oír a estos miserables decir: «Yo soy, o (más bien) YO ERA Fulano»; al oírlos citar su nombre, que ya no es su nombre; hablar de su pueblo, que ya no es su pueblo; referirse a una esposa, que han reemplazado con varias; aludir a sus hijos o a sus padres, de los que ignoran (¡viles, inicuos, desalmados como fieras!) ¡hasta si existen todavía!…; al oír todo esto, digo, acuden a mi mente mil maravillosas escenas ideadas por la fantasía de los yates…”
Sobre el tratamiento del tema de los renegados en la literatura: Los renegados desde el punto de vista moderno y literario
(1) Ricardo García Cárcel: Los otros conversos, sobre el libro de Bennassar Los cristianos de Allah (http://hemeroteca.lavanguardia.es/preview/1989/11/10/pagina-6/33091604/pdf.html)
(2) Ramón Lourido: Españoles en el norte de África en la Edad Moderna.
(http://www.uam.es/otroscentros/TEIM/Observainmigra/Atlas%201996/01%20cap%201/Lourido%20espanoles%20y%20europeos%20en%20Marruecos.pdf)
(3) José María de Murga: Recuerdos marroquíes del Moro Vizcaíno (Miraguano Ediciones, 2009)