Dicen que la droga acorta la vida, pero pocas personas tienen oportunidad de celebrar el centenario de su propio nacimiento y una de ellas será el Dr. Albert Hofmann (Baden, Suiza, 11-01-1906), científico suizo célebre por haber sido el descubridor del LSD, mientras trabajaba en los laboratorios Sandoz de Basilea (en la época hippy la expresión «puro sandoz» hacía referencia al material de mejor calidad que podía encontrarse).
Hofmann estudiaba las plantas medicinales y en concreto el cornezuelo (hongo parásito del centeno) como parte de un programa para purificar y sintetizar sus componentes activos para su uso como productos farmacéuticos. Su investigación con el ácido lisérgico, el principal componente común de los alcaloides del cornezuelo del centeno, le condujo circunstancialmente en 1938 a la síntesis del LSD (Lyserg Säure Diethylamid). Cinco años más tarde, al repetir la síntesis de aquella sustancia casi olvidada, el Dr. Hofmann descubrió de forma casual los efectos psicodélicos del LSD después de absorber accidentalmente la sustancia a través de las yemas de los dedos.

En su libro Mi hijo problemático lo cuenta así:
«El viernes pasado, 16 de abril de 1943, me vi obligado a interrumpir mi trabajo en el laboratorio a media tarde y regresar a casa, al ser afectado por una considerable agitación, combinada con leves vértigos. En casa me acosté y me hundí en una sensación no desagradable como de intoxicación, caracterizada por una imaginación extraordinariamente excitada. En un estado de ensoñación, con los ojos cerrados (la luz del día me parecía desagradablemente deslumbrante), percibí una corriente ininterrumpida de imágenes fantásticas, formas extraordinarias con una intensa y caleidoscópica variedad de colores. Después de unas dos horas ese estado se desvaneció.»
Tres días más tarde, el 19 de abril (conocido más adelante como el día de la bicicleta, aunque según otras fuentes fue el 20), Hofmann tomó deliberadamente 250 microgramos de LSD y experimentó sus efectos:
«Aquí terminan las notas en mi diario del laboratorio. Pude escribir las palabras anteriores solamente con un gran esfuerzo. Entonces ya estaba claro para mí que el LSD había sido la causa de la notable experiencia del viernes anterior, porque la alteración de la percepción era del mismo tipo que antes, solo que mucho más intensa. Tuve que luchar para hablar de forma inteligible. Pedí a mi ayudante del laboratorio, informado del experimento, que me acompañara a casa. Fuimos en bicicleta, ya que no había ningún automóvil disponible debido a las restricciones para su uso en tiempo de guerra. En el camino a casa, mi estado comenzó a adquirir tintes amenazadores. Todo mi campo visual oscilaba y se retorcía como si estuviera viéndolo en un espejo curvo. También tenía la sensación de no poder moverme del sitio. Sin embargo, mi ayudante me dijo más tarde que habíamos viajado muy deprisa. Finalmente, llegamos a casa sanos y salvos, y apenas fui capaz de decirle a mi compañero que llamase a nuestro médico de cabecera y de pedir leche a los vecinos.»
«A pesar de mi estado delirante, desconcertado, tenía breves períodos de pensamiento claro y eficiente -elegí la leche como antídoto general para el envenenamiento. Los vértigos y la sensación de desmayo llegaban a veces a ser tan fuertes que apenas podía mantenerme erguido y tuve que acostarme en un sofá. Los alrededores se habían transformado ahora en formas más aterradoras. Todo en el cuarto giraba a mi alrededor y los objetos familiares y las piezas del mobiliario adquirieron formas grotescas, amenazadoras. Estaban en movimiento continuo, animado, como si fueran dirigidas por una agitación interior. La vecina, a la que apenas pude reconocer, me trajo la leche -en el transcurso de la tarde bebí más de dos litros. Pero ella no era la señora R, sino una malévola e insidiosa bruja con una máscara de colores.»
Después de esto, Hofmann aún tuvo ánimo de seguir investigando con LSD y con otras sustancias alucinógenas, como las procedentes de diversas especies de hongos. Esto le condujo a la síntesis de la psilocibina, el principio activo de muchas de las llamadas «setas mágicas».
Luego vendrían Timothy Leary, Alan Watts, Carlos Castaneda… Y todo un movimiento conocido como la psicodelia (del griego psiké y deloun; viene a significar aquello que manifiesta la mente o el espíritu). Si les interesa, no se pierdan esta Historia de la psiquedelia artículo de Juan Carlos Usó originalmente publicado en Ajoblanco y reproducido por Imaginaria.
Para celebrar el centenario del Dr. Hofmann la revista Cáñamo ha puesto a la venta un número especial. Además preparan actos públicos en Madrid y Barcelona.
¡Felicidades Doctor Hofmann!