El conde Nikolaus Ludwig von Zinzendorf fue un noble sajón nacido en Dresde en 1700. Huérfano desde niño, lo educó su abuela Henriette Catharina von Gersdorff, poeta y seguidora del movimiento luterano llamado pietismo. Desde muy joven, Zinzendorf trató de compaginar sus deberes de conde con sus inquietudes espirituales, que le impulsaban a retirarse de la vida mundana.
Mientras estudiaba en la Universidad de Halle-Wittenberg, fundó una comunidad secreta, la Orden del Grano de Mostaza, llamada así por una parábola del Nuevo Testamento. Años más tarde se unirían a dicha orden importantes personajes como el rey de Dinamarca Christian VI y el arzobispo de Canterbury. El secretismo era una de las reglas fundamentales de la comunidad, hasta el punto de que la mayoría de los miembros no se conocían entre ellos.
A los diecinueve años, viajando por Europa durante un año sabático, tuvo una experiencia mística que habría de cambiar su vida. En un museo de Düsseldorf se exponía la pintura Ecce Homo del artista barroco italiano Domenico Fetti. Se trata de un retrato de Jesucristo con la corona de espinas, una soga al cuello y las manos apoyadas sobre un madero -supuestamente el de la crucifixión- en el que se lee la frase: “Ego pro te haec passus sum, tu vero quid fecisti pro me” (He sufrido esto por ti, ¿Qué has hecho tú por mí?). La visión de este Cristo le hizo meditar sobre la naturaleza humana de Jesús y los aspectos carnales del personaje, incluida su sexualidad. La prolongada meditación sobre los órganos sexuales de Jesucristo llevó a Zinzendorf a experimentar arrebatos místicos.

En 1723 entró en contacto con un grupo de monjes moravos seguidores de Jan Hus y Comenio, dos figuras destacadas del movimiento protestante. Los moravos o moravianos habían huido de su país y de Bohemia debido a la persecución que sufrían. Zinzendorf les cedió parte de sus tierras para que fundaran una comunidad a la que llamaron Herrnhut (Vigilancia del Señor), que aún existe hoy, a unos tres kilómetros de Berthelsdorf. Estos monjes practicaban la sexualidad sagrada, por lo que conectaron de inmediato con el joven conde. Según Gary Lachman, los aspirantes a entrar en su comunidad debían pasar un período de examen que versaba sobre igualitarismo, vida en común, prácticas esotéricas y antinomismo sexual. Solo les importaba la fe y no la moral. Pensaban que, como la misericordia de Dios es infinita, por mucho que pecaran siempre serían perdonados. Por lo tanto, pecaban, en particular de lujuria.
Los moravianos desarrollaron una intensa actividad misionera que los llevó a Asia, África y América. El propio Zinzendorf cruzó el Atlántico, predicó entre los indios y convirtió a Tomochichi, que así se llamaba el jefe de los creek. En 1727 se produjo un conato de cisma entre los moravianos por desavenencias de tipo religioso resueltas por Zinzendorf, que aprovechó el prestigio obtenido para convertirse en su líder. Unos años más tarde sería designado obispo.

Las meditaciones del conde le llevaron a identificar a Cristo con cualquier hombre. Esta identificación se tradujo en una sacralización del vínculo matrimonial: la esposa debía considerar a su marido una especie de Cristo. Zinzendorf veía en el acto sexual la unión de los opuestos y la representación de la creación del mundo. El sexo entre un hombre y una mujer simbolizaba y recreaba la unificación de Cristo y su novia, la Iglesia, haciendo del sexo un acto tan importante que los moravos se referían a él como un sacramento. Los místicos medievales habían usado tradicionalmente la metáfora de ser la novia de Dios para describir el deseo del individuo por Cristo. Sin embargo, para los moravianos, la metáfora de la unión mística tuvo consecuencias prácticas para la vida sexual de las parejas casadas.
En la comunidad moraviana se hablaba libremente de sexo, algo bastante insólito en una época en la que predominaba la moral de la Iglesia Católica. No obstante, también tenían ideas que pueden calificarse de conservadoras: solo permitían las relaciones sexuales entre esposos, ya que no aceptaban el sexo prematrimonial, y consideraban un error la eyaculación sin fines de procreación.

Los moravianos no fueron, por supuesto, los primeros en considerar el sexo como algo sagrado. En el ámbito del cristianismo, antes de ellos estuvieron los cátaros y algunos grupos gnósticos. En Oriente, los practicantes del Tantra llevaban siglos transitando el mismo camino.
Zinzendorf llegó a especular sobre que el Espíritu Santo fuera en realidad una mujer, la madre de Cristo, restableciendo así la que se supone fue la Santísima Trinidad primigenia: Padre, Madre e Hijo. Coincidía en esto con el teólogo Andrea Saramita, cuyas ideas fueron adoptadas por Guillermina de Bohemia y Maifreda Pirovano, de las que ya hemos hablado en otro artículo.
Christian Renatus Zinzendorf, hijo del conde, introdujo el culto a los órganos sexuales, a través de un grupo secreto formado por jóvenes de la Iglesia Moraviana; este círculo se entregó a prácticas amatorias, igual hetero que homosexuales.

En 1738 el conde y los moravianos se establecieron en Londres. En esta época, las ideas de Zinzendorf habían cristalizado en un propósito: unir a católicos, protestantes y judíos mediante una interpretación común y esotérica de la cábala.
El conde Zinzendorf falleció el nueve de mayo de 1760, dejando al frente de la comunidad a su yerno, ya que su hijo Christian había muerto prematuramente. En los años posteriores, entre los personajes influidos por sus ideas estarían el científico y filósofo sueco Emanuel Swedenborg y el poeta inglés William Blake. La Hermandad de Moravia existe aún hoy y cuenta con unos 825.000 miembros.