El inclasificable poeta, filósofo y lingüista fallece en Zamora a los 86 años.
Conocí a Agustín García Calvo a mediados de los 80, en el ámbito de la Fundación Aurora, con la que él colaboraba. Hasta esa fecha para mí solo era uno de los célebres catedráticos -los otros eran Aranguren y Tierno Galván- expulsados de la universidad franquista por haber apoyado a los alumnos durante una huelga. Desde entonces pasó a convertirse en uno de mis referentes intelectuales de primera línea.
Seguí a Agustín en la Escuela de Lingüística, Lógica y Artes del Lenguaje, una iniciativa que puso en marcha sabiendo él perfectamente que estaba destinada al fracaso, lo mismo que el diario ‘El Imposible’, porque todo lo que se mueve contracorriente, es decir contra la Realidad (o contra el Dinero o el Estado o el Futuro, que todos son la misma cosa), solo puede sobrevivir en tanto en cuanto vaya encontrando grietas por las que infiltrarse.
Durante años mantuvo en el Ateneo de Madrid una tertulia a la que acudían casi un centenar de fieles. Incluso en los últimos tiempos, con la salud ya muy mermada por un corazón débil, siguió todos los miércoles al pie del cañón.

Hace unos meses, aún tuvimos ocasión de ver al maestro, alegre con el movimiento 15M, hablando en la Puerta del Sol:
“Sois la alegría, es la alegría de lo inesperado, de lo no previsto, ni por parte de las autoridades y gobiernos, ni por parte de los partidos de cualquier color, verdaderamente imprevisto: vosotros mismos o casi todos, hace unos pocos meses o semanas, tampoco lo preveíais que pudiera surgir. Aunque esto es así, la alegría es lo inesperado y no hay otra alegría, no hay futuro, como repetiré ahora, sin embargo voy a decir algo que parece contradictorio, que es que yo estaba esperando esto desde hace cuarenta y tantos años, cuarentayséis.”
Para los interesados en la figura de Agustín García Calvo, hay material en su Editorial Lucina y es fácil encontrarlo en numerosos blogs y webs. Y ojalá haya muchos interesados, porque desgraciadamente la desaparición del pensador contemporáneo más lúcido y atrevido deja a España con el encefalograma plano en uno de los peores momentos.
Para terminar con un grato recuerdo, lo vemos en 1982 en su faceta poética, junto a sus amigos Chicho Sánchez Ferlosio y Amancio Prada, en el Teatro Español: Canciones y soliloquios: