Gótico, apocalíptico, fascinante.
El 21 de febrero de 2005 -hace hoy tres años-, el pintor polaco Zdzislaw Beksinski fue encontrado muerto en su apartamento de Varsovia con diecisiete puñaladas en su cuerpo, dos de las cuales se consideraron mortales. Robert Kupiec (el hijo adolescente de su cuidador) y un amigo fueron detenidos poco después del crimen. Robert Kupiec se declaró culpable y fue condenado a 25 años de prisión por un tribunal de Varsovia, y su cómplice a 5 años. Poco antes de su muerte, Beksinski le había negado un préstamo a Kupiec.
Los últimos años de su vida habían sido muy duros para Beksinski. Su mujer, Zofia, murió en 1998. Un año después, en la víspera de Navidad de 1999, su hijo Tomasz (un popular presentador de radio y periodista musical) se suicidó. El propio Beksinski descubrió el cuerpo de su hijo.
Zdzislaw Beksinski (Sanok, 1929-Varsovia, 2005) fue fotógrafo, pintor y escultor, y aunque en sus inicios practicó el arte abstracto, es conocido sobre todo por sus pinturas surrealistas. En desolados parajes desérticos poblados a veces por seres de aspecto cadavérico se alzan extrañas construcciones en ruinas. A pesar de sus tonos sombríos, él decía que algunas de sus obras eran mal entendidas, ya que son más bien optimistas e incluso humorísticas.
En 1977 quemó varios de sus trabajos en el patio de su casa, sin dejar ni siquiera documentación sobre ellos, por considerar que eran demasiado personales o que no tenían la suficiente calidad para que la gente los viera.
Beksinski pintaba siempre escuchando música clásica, ya que aborrecía el silencio.
Ninguno de sus cuadros tiene título.
Al final de la década de los noventa descubrió los ordenadores, internet y la fotografía digital y experimentó con esta última hasta su muerte. Tengo la impresión de que Beksinski es uno de esos artistas cuya importancia irá creciendo con el paso del tiempo.
La web oficial de Beksinski tiene el mismo ambiente inquietante que sus cuadros. Si deciden entrar (bajo su responsabilidad) les aviso que los enlaces del menú están en unos circulitos negros con vida propia. Y la inevitable música no contribuye a tranquilizar el ánimo. Además de las pinturas, no dejen de ver sus dibujos.