Un texto donde Unamuno reflexiona -un poco en plan lúdico- sobre el origen del lenguaje:
«Os hablaba el otro día aquí [revista Caras y caretas de Buenos Aires] de los originales y las copias y cuál fue lo primero, y ello íbame sugiriendo otra cuestión cual es la del lenguaje escrito y el hablado. Porque a primera vista parece que el lenguaje escrito es mediato o secundario y el hablado inmediato o primario y que de éste salió aquél. Mas a poco que nos fijemos caeremos en la cuenta de que esta idea proviene de la escritura alfabética y la silábica, pero que tratándose de la jeroglífica o ideográfica se comprende muy bien que surgiese independientemente del lenguaje hablado y aun entre mudos.
En cierta ocasión le oí a nuestro ingeniosísimo don Ramón María del Valle Inclán una cosa que me hizo detenerme a pensar en ella, y es que el escribir es anterior al leer, pues no cabe leer sino lo ya escrito de antes.
Pero ¿cabe escribir lo que no se ha leído? Y entonces di en pensar si no habrá algún sabio etnólogo, a caza de hipótesis paradójicas y fecundas -nada más fecundo que lo paradójico-, como para sostener que haya habido raza humana que primero escribió, o mejor dicho trazó dibujos representativos y jeroglíficos, y luego adquirió el habla articulada.
¿Quién nos dice que los trogloditas que trazaron esos dibujos admirables -como los que se ven en la cueva de Altamira, en nuestra provincia de Santander- poseían un lenguaje? ¿Quién nos dice que no se comunicaran por dibujos y por señas, gestos y ademanes -fugitivos dibujos al aire- y que sólo a partir de ellos vinieron a encontrar la palabra? Primero dibujaron un caballo y lo designaron con un gesto, y después, del dibujo o del gesto, pasaron a darle nombre pronunciado.

Nos cuenta el Génesis en el versillo 19 de su capítulo II que luego que Jehová hizo a Adán, el primer hombre, le trajo las bestias del campo y las aves de los cielos para que viese cómo les había de llamar, y les dio nombres. Y esto antes de ser hecha Eva y cuando Adán estaba solo, que no se comprende para qué iba a hablar ni con quien. Mas, ¿no nos cabe suponer que las cosas pasaran de otro modo? Que Adán salió un día al campo con una pizarra y se entretuvo en dibujar en ella, del natural, bestias y aves, y que al verlo luego Eva dio nombre a sus dibujos, y de aquí a los animales en ellos representados y que así surgió el lenguaje. Una hipótesis como otras muchas.
Y ¿por qué nos ha de sorprender que el conocimiento de las cosas originales sea por imágenes? Es muy probable que el hombre no llegaría nunca a conocimiento de sí mismo si no se viese en espejo -que puede ser una charca o el agua de un pozo- o en otra imagen.»
(Publicado en Caras y Caretas, Buenos Aires, 16 de diciembre de 1922. Texto incluido en Miguel de Unamuno, La vida literaria, Espasa-Calpe S.A. Colección Austral, 1981)