Guerreros del cielo y de la tierra

Érase una vez en el Oeste… de China.

En el siglo VIII, durante la dinastía Tang, los chinos luchaban contra los nómadas turcos y los bandidos para mantener el control de la Ruta de la Seda. Li es un oficial chino, destinado en un puesto avanzado, que se niega a cumplir la orden de ejecutar a sangre fría a un grupo de mujeres y niños prisioneros. Como consecuencia de su acto de rebeldía se ve obligado a desertar.

Lai Xi es un japonés, al servicio del emperador de China, que recibe la orden de capturar a Li. Los dos son tan nobles como magníficos guerreros y deciden posponer su enfrentamiento personal para dar escolta a una caravana que se dirige a la capital llevando un cargamento excepcionalmente valioso: unas reliquias de Buda que podrían permitir a su poseedor dominar los pequeños países budistas que se extienden a lo largo de la Ruta de la Seda. Los turcos y los bandoleros quieren apoderarse de las reliquias, lo que dará lugar a emboscadas en los desfiladeros, combates a espada y persecuciones a caballo y camello, todo ello en espectaculares escenarios como el desierto del Gobi.

El inicio de la película resulta algo confuso, hasta que el espectador consigue enterarse de quién es cada uno de los personajes y cuál es su propósito. Una vez aclarado esto y aunque el guión es flojo y plagado de tópicos, el resultado final es una entretenida película de aventuras, que escapa a las coordenadas del clásico cine de acción oriental.

Se ha comparado hasta la saciedad esta película con un western. Su director, He Ping, opina de esta forma: «La mayoría de los westerns americanos tratan sobre la imposición del orden en la frontera salvaje, de poner disciplina en el caos. Pero el western chino trata sobre culturas que se encuentran e interactúan en la Ruta de la Seda. A menudo, en el western americano el héroe abre el camino del oeste. El western chino tiene lugar en la Ruta de la Seda, y esa es una ruta de doble sentido»