Origen de las palabras estrafalarias

Libro de José Calles Vales.

Una persona especial me regaló un libro especial: Origen de las palabras estrafalarias de José Calles Vales (Editorial LIBSA, 2002). Es un diccionario en el que se explica el origen y se comenta el significado de algunas de las palabras más curiosas de la lengua castellana. No se trata de términos extraños, sino de uso común, pero curiosos por su remoto origen, por su evolución semántica singular o por cualesquiera otras circunstancias. Según el autor, una palabra también puede considerarse estrafalaria por su forma física, su grafía o su pronunciación. Veamos tres ejemplos.

Aquelarre: Reunión de brujas, especialmente en el País Vasco y Navarra, con presencia del demonio. Orgía y fiesta de carácter maligno. Desgracia.

Es palabra vasca, en origen akelarre. En esta lengua es palabra compuesta de aker, que significa cabrón y larre, que es prado. El akelarre significaba, por tanto, el prado del demonio. Porque el Gran Cabrón ha sido siempre el demonio, y cuando se presentaba en las orgías de brujas venía en figura de macho cabrío y con esta figura fornicaba con todas las mujeres y sodomizaba a los brujos y hechiceros que hubiera. El prado del Gran Cabrón, que existía en muchos lugares de Euskadi, de Navarra y del Pirineo francés, se denominaba akelarre, y allí se reunían, preferentemente los sábados, para llevar a cabo sus ritos y sus hechicerías. De aquí vino que se llamara también ‘aquelarre’ a la propia reunión y al conciliábulo de brujas con el demonio.

Como bien saben, esta alegre y divertida pintura es de Goya. La he robado del Museo del Prado (la foto, no la pintura)

Fulano, Mengano y Zutano: Según el libro Origen de las palabras estrafalarias de José Calles Vales, la procedencia de los nombres de estos tres personajes, al mismo tiempo tan célebres como desconocidos, es la siguiente:

Fulano: Voz que designa el nombre de una persona, el cual se ignora o se prefiere omitir. Persona cualquiera.

En castellano se dice también fulano en sentido despreciativo, ser un fulano (ser un cualquiera) y ser una fulana (ser una puta). También se utiliza en la sucesión fulano y mengano o fulano, mengano y zutano. Por lo que toca al más importante de estos personajes, fulano es lo mismo que tal, y cuando decimos fulano y mengano es como si dijéramos tal o cual. Se tomó esta costumbre de la lengua árabe, donde fulân es tal. Gonzalo de Berceo, en el siglo XIV, utilizaba fulano como sinónimo de tal, y decía «monje de fulana monjía«, como diciendo «monje de tal monjía«. Es palabra antiquísima, que afectó al castellano y al portugués, aunque no al catalán. Después, fulano se convirtió en un sustantivo y pasó a designar el nombre ignorado de un individuo o a un individuo ignorado.

Mengano: Dícese por cualquier persona, uno cualquiera.

La retahíla es fulano, mengano y zutano. Aún puede leerse en algún lugar que estos tres sustantivos eran los nombres de ciertas tribus africanas, al sur del desierto del Sahara; sin embargo esta etimología es inverosímil y los especialistas han señalado los verdaderos orígenes de estos vocablos. En el caso de mengano, al parecer podría surgir de la derivación de man can (árabe: cualquiera, quien sea), expresión que se habría visto afectada por el anterior o coetáneo fulano. En el caso de zutano sucede algo similar, pero sus fuentes están en ciertas interjecciones, tal vez ¡zut! o ¡zat!

Este cuadro de Juan Genovés no tiene título, por lo que bien podemos decir que los dos personajes que en él aparecen no son otros que Fulano y Mengano.

Mandanga: Tontuna, tontería, molestia.

Es voz moderna, aceptada en la Academia a partir del primer cuarto del siglo XX. Es, sin embargo, una voz extendidísima en España y con significados bien concretos: en general designa cosas, pensamientos o discursos de poco valor, inoportunos y molestos, o que no sirven para nada. Los etimólogos no saben a ciencia cierta de dónde pudo salir esta palabra. Se han propuesto étimos de origen africano, cubano y gitano (¿de mangar?), pero ninguno convence del todo. Resulta dudosísimo que mandanga venga de mangante (holgazán, vago, maleante), aunque hay estudiosos serios que apuestan por esta etimología, con metátesis incluida. Otras formas dialectales como mindango (en Murcia, socarrón, hablador, farsante), pudieron haber evolucionado hasta mandanga, aunque también cuesta creerlo. Se asegura en algún lugar que mandanga procede del nombre de la tribu amerindia de los mandan o mandán, una rama de los sioux, procedentes de este de Norteamérica. Al parecer mandanga se decía de los ritos, bailes y expresiones de los mandan, a los cuales los colonizadores ingleses no tenían en mucho. El mismo razonamiento se utiliza para hacer derivar mandanga de mandinga (Guinea) o de otros vocablos africanos. Mandinga es diablo, hechicería, brujería. Es normal que los castellanos dijeran: «No me vengas con mandangas (mandingas)», porque la fantasmagoría debe ser despreciada y tenida en poco.