El descifrado de la escritura cuneiforme persa

Lo llevó a cabo el alemán Grotefend hacia 1802.

Es conocido que la escritura jeroglífica egipcia fue descifrada por Champollion gracias a la piedra Rosetta. Su equivalente en lo que respecta a la escritura cuneiforme persa fue la inscripción de Behistún, que sirvió al alemán Georg Grotefend para iniciar en 1802 los trabajos que culminarían en la comprensión de dicha escritura.

Los conocimientos de la escritura cuneiforme en esa época, de los que partió Grotefend, eran que las inscripciones de Behistún contenían tres formas diferentes de escritura cuneiforme, su lectura debía hacerse de izquierda a derecha, el alfabeto se componía de cuarenta letras, incluyendo signos diferenciales para las vocales largas y cortas y sólo se conocía una palabra: “rey”.

Grotefend vio que la palabra “rey” aparecía tres veces en la frase inscrita sobre la roca de Behistún. Confrontó las palabras que precedían a dicho término y comprobó que dos de ellas eran iguales. Conociendo la costumbre de los antiguos de colocar el nombre de un soberano junto al de su padre, supuso que en aquella frase aparecía dos veces el nombre de un padre y de su hijo, pero había una diferencia en aquellas dos frases: en la primera el padre no tenía el título de rey; evidentemente de los tres personajes nombrados sólo dos eran reyes.

Fragmento de texto sobre el que trabajó Grotefend.

Sobre la base de estas deducciones Grotefend pudo construir el siguiente esquema de la frase a traducir:

X rey, hijo de Y
Z rey, hijo de X rey

Grotefend efectuó una minuciosa búsqueda en la historia persa para hallar el nombre de los tres personajes. Entre los reyes persas que habían sido respectivamente hijo y nieto de uno que no había sido rey estaban los nombres de Darío y Jerjes. El padre y abuelo respectivamente que no había sido rey era un tal Histaspes. La frase pues se interpretaba así:

Darío rey, hijo de Histaspes
Jerjes rey, hijo de Darío rey

Descifrados estos nombres, Grotefend se halló en conocimiento de un buen número de signos cuneiformes. Así se hizo posible descifrar una cantidad cada vez mayor de palabras y pronto se conoció el alfabeto entero.

Georg Grotefend dejó descifrada una tercera parte y los ingleses Henry Rawlinson y William Talbot, el irlandés Edward Hincks y el franco-alemán Julius Oppert concluyeron el trabajo.

Fragmento de texto sobre el que trabajó Grotefend.