El reino de la calavera de cristal no es de este mundo.
Hacía años que no acudía a una sala de cine con la ilusión de ayer, lo que es un síntoma de cómo está el género cinematográfico en general. Pero Indy es Indy y él merecía el esfuerzo de ilusionarse.
No voy a hablar mucho de la película, en realidad no voy a decir casi nada, porque en cuanto me descuide un poco estaré dando pistas y no quiero ser aguafiestas. Por otra parte, coincido con las críticas que he leído hasta la fecha: un guión inconsistente que se salva por las escenas de acción y los efectos (especiales o digitales, no sé). El reino de la calavera de cristal está continuamente recordándonos a las anteriores entregas de la serie: cuevas oscuras llenas de insectos y telarañas, pasadizos secretos que se abren al encontrar el adecuado “fulcro”, persecuciones al borde del abismo, caídas por la catarata (esta vez por partida triple), la inevitable serpiente, etc. Es decir, Indiana Jones.

La historia se basa en lo que conté ayer sobre las calaveras de cristal. El único ingrediente nuevo es la referencia al asunto Roswell, que no pega ni con cola, pero que finalmente se perdona. Al fin y al cabo, en la ficción cabe todo y como bien dice Tormento “si todos los puñetazos que soporta Indi fueran reales, ya le habrían retirado el seguro médico.”

En definitiva, los “indianófilos” no saldrán decepcionados y los que no lo sean, que piensen que una película que dura más de dos horas y se hace corta, merece pagar el precio de la entrada.
Lean también la crítica de Spaulding: La vuelta del héroe.
