Nochecita

Crónica de la noche en blanco.

No pensaba salir a la Noche en blanco, entre otras varias razones por las que exponen en contemporaneizarte. Pero unos amigos me convencieron. Y una vez hecho, mi obligación de bloguero cultureta es contarlo.

Plaza de Colón

A eso de las 21:30 estaba en los jardines de la Fundación Ortega y Gasset presenciando algo inenarrable, que sus autores definen literalmente tal que así:

una botánica semántica y semiótica de un lugar específico, recreando un universo sonoro discursivo que haga referencia tanto a los elementos presentes, como a las prácticas realizadas-realizables, en referencia a las marcas de género del lenguaje, de las acciones y del espacio.

Traduzco: luces verdes y azules iluminando las plantas y unos altavoces que emitían ruido de máquinas, rugidos, golpetazos y pedorretas. Lo llaman Floricultura Subversiva.

Por lo visto, y según leo en un diario de tirada nacional, este tipo de eventos han caracterizado la jornada:

Además de por el protagonismo de los paraguas, si por algo se ha caracterizado esta segunda ‘Noche en Blanco’ ha sido por el abuso de las propuestas conceptuales que no han terminado de cuajar entre el gran público. «Esto está lleno de ‘performance’ de ésas, vamos, eso que sólo entienden los que lo hacen y que sirve para que el resto nos miremos unos a otros preguntándonos de qué va», explicaba Juan. «Esto es un arte muy moderno, demasiado, casi es mejor que nos vayamos a tomar una copa», bromeaba Javier frente a la fachada del Círculo de Bellas Artes.

Discrepo con el ciudadano llamado Javier: eso no es arte moderno, sino completamente trasnochado. En todo caso, recuerden siempre lo que dice don Agustín: «¿No recuerdas lo que decía aquél, “Si a usté le parece una mierda pinchá en un palo, es que es una mierda pinchá en un palo”? Hay que tomar aliento, niña, y ser valientes frente a todo ese armamento de mentiras.»

A las diez la cosa había mejorado bastante, a pesar de la lluvia. En la Fundación Carlos de Amberes, una exposición titulada La mirada ciega. Coincidencias entre la pintura de Hans Vandekerckhove y la escultura de Juan Muñoz, amenizada con música interpretada en directo desde la capilla por el grupo de cámara belga Oxalys. Interesante exposición y agradable ambiente. Lástima que ya hubiese demasiado público.

Plaza de Colón. Estatua
Plaza de Colón. Jardines del Descubrimiento
Plaza de Colón. Biblioteca Nacional
Plaza de Colón. Centro Cultural de la Villa

Primer intento -infructuoso- de reponer fuerzas en el Café & Té de la calle Goya, 18 (plaza de Colón). Después de media hora de esperar y de ver cómo eran atendidos otros clientes que habían llegado después, se nos informó de que no podían servirnos porque habían cerrado la cocina. Ya he puesto el oportuno comentario en una de esas apps donde se puede valorar a los negocios. Empiezo a verle la utilidad a esto de la web 2.0.

Segundo intento -esta vez con éxito- de alimentarnos, a base de sandwichs mixtos y cerveza, y helados para los niños, en la cafetería Santander y el Häagen Datz, en la plaza de Santa Bárbara.

Medianoche, de nuevo en Colón. Hay algo llamado Mécanique vivante, pero ya parece haber terminado. En la puerta de la Biblioteca Nacional siguen interpretando música para amenizar la visita a los Códices del Cantar del Mío Cid. Desde fuera de la verja se oye bastante mal, así que seguimos camino de Cibeles.

En Cibeles, un tal Charles Sandinson proyecta imágenes generadas por ordenador en la fachada del Palacio de Telecomunicaciones. Pues vale, pues me alegro. Mientras no rompa nada me parece bien.

El Paseo de Recoletos tomado por las masas ávidas de kurtura
Cibeles y calle de Alcalá

Una gran cola para entrar en los jardines del Cuartel General del Ejército, en el Palacio de Buenavista. Por suerte mi amigo Willy sigue teniendo la misma jeta de siempre y decide que nos colamos aprovechando una aglomeración que se ha formado a la entrada. Así lo hacemos y los guardias mosqueados cierran detrás de nosotros para cabreo de los que se quedan fuera. Lo que hay dentro:

Dolby Surround, nuevas tecnologías y elementos horticulturales en el Jardín del Palacio de Buenavista para sumergir al espectador en un oasis multi-sensorial, para jugar con sus experiencias sensitivas y cambiar por completo su concepto y su idea de jardín.

Si se trataba de cambiar mi idea de lo que es un jardín, han fallado. Menos mal que, frente a la fachada del palacio, un oficial del Ejército explicaba la historia del edificio de forma directa y fácilmente comprensible para todos, lo que es de agradecer.

Momentos antes de colarnos en el Palacio de Buenavista
Foto casi abstracta hecha desde los jardines del Palacio de Buenavista. Al fondo, las multitudes en la calle de Alcalá
Fuente con colorines en el interior de los jardines del Palacio de Buenavista
Fachada del Cuartel General del Ejército, iluminada en azul. Franco, siempre tan sobrio, no habría permitido esta mariconá 😛

Después, despedida de los amigos y cada uno a su casa. Intento tomar el metro en Cibeles. Veo que es complicado porque la estación de Banco de España está al borde del colapso por exceso de viajeros y decido llevarme a mi esposa e hijo de regreso a Colón para volver en la línea 4. Hoy veo en un rotativo de tirada nacional que acerté, porque diez minutos después de abandonar nosotros el lugar:

Hacia la 1:30, hora de cierre del Metro, se produjeron aglomeraciones en la estación de Banco de España (dirección Sol), situada bajo uno de los puntos más concurridos, el cruce de la calle de Alcalá con el Paseo del Prado. El Metro tenía que recibir a los que volvían del Círculo de Bellas Artes, el Centro Blanquerna, la instalación Atmósfera en Puerta de Alcalá, Cibeles, la proyección del Palacio de Telecomunicaciones y de las exposiciones del Paseo del Prado.

En definitiva ¿para qué sirve esto de la Noche en blanco? Desde el punto de vista del arte y la cultura aporta muy poquito. Como actividad lúdica, pues casi que tampoco, porque a diferencia de las otras ciudades que organizan eventos similares -Bruselas, París, Riga y Roma-, en Madrid se vive la noche durante todo el año. Los madrileños tienen las 365 noches en blanco, si les apetece.

Addenda: preguntado mi hijo esta mañana sobre lo que más le gustó de la noche en blanco, su respuesta ha sido inmediata: “el helado que me comí en la heladería”.