Hace tiempo hablamos en este blog de Marjane Satrapi, iraní autora de cómic que triunfa en Europa. Ahora nos enteramos de que en Irán, las listas de ventas de obras literarias de ficción están dominadas por mujeres, circunstancia sin precedentes provocada por las recientes transformaciones de la sociedad de aquel país.
El número de mujeres que ha publicado alguna novela alcanza 370, lo que supone multiplicar por trece la cifra de hace una década, y es aproximadamente igual al número de escritores masculinos. Los libros de las escritoras registran mayor número de ejemplares vendidos, en gran medida gracias al lenguaje sencillo y al carácter intimista de las historias que cuentan, que a menudo tocan temas tabú, generalmente en relación con el sexo.
La primera novela superventas escrita por una mujer fue Drunkard morning de Fataneh Haj Seyed Javadi, publicada en 1998. La novela transcurre en los años 40 y cuenta la historia de una chica que desafía a su aristocrática familia para casarse con un carpintero. Pero él resulta ser un abusón y ella le deja -una acción muy radical para las costumbres de aquel entonces- y se casa con otro. La mañana de Drunkard fue seguida por una serie de novelas de otras escritoras, provocando un debate público sobre lo que sus argumentos y sus personajes revelaban acerca de la situación de las mujeres en Irán.
Las mujeres escritoras no sólo se han convertido en la vanguardia de la literatura persa, sino que además han cambiado la opinión que la sociedad tenía de ellas mismas. Ahora ser una novelista se valora.
Sin embargo la elección la semana pasada como presidente de la República Islámica de Mahmoud Ahmadinejad, político conservador de la línea dura del régimen, ha provocado el miedo en los nuevos círculos sociales y culturales.

Las escritoras iraníes se han hecho expertas en maniobrar alrededor de las zonas prohibidas trazadas por el gobierno y por los sectores más conservadores de la sociedad. Las novelistas, como las mujeres iraníes en general, han padecido siempre más restricciones que sus colegas masculinos. Tradicionalmente, no se consideraba apropiado que las mujeres expresaran sus sensaciones y deseos en la escritura.
Las mujeres que escriben novelas deben hacer frente a dos clases de censores: el gobierno y sus propias familias. Los censores del Ministerio de Cultura y Educación Islámica, que debe aprobar cada libro antes de que pueda ser publicado, prohiben cualquier mención explícita del sexo. Piden la supresión de palabras como «desnudez» o «senos», incluso si aparecen en forma de metáfora o no se refieren al cuerpo humano.
«Dos figuras se movían debajo de las sábanas» es la manera en que Haj Seyed Javadi narra a sus lectores que dos personajes de La mañana de Drunkard mantienen una relación sexual.
Los lectores de Zoya Pirzad en We Get Used to It deben comprender que Arezou y Sohrab se han besado cuando Arezou le pregunta a Sohrab si él prefiere el gusto de la pasta de dientes al lápiz de labios. «Los tres» responde él, haciendo referencia a los labios de ella, que nunca se mencionan directamente.