La medicina en la antigua Roma

Los romanos destacaron en cirugía y en el reconocimiento de la importancia de la higiene en la salud.

En la Roma republicana, la medicina tenía más de magia que de ciencia. En el mejor de los casos era ejercida por los barberos. Los primeros médicos dignos de tal nombre fueron griegos y aparecieron en los primeros años del imperio.

Uno de los más grandes médicos fue Claudio Galeno (129-199 dC), que era griego, pero comenzó a ejercer la medicina en Roma. Primero fue nombrado cirujano en una escuela de gladiadores, donde pudo adquirir gran experiencia curando heridas. Hizo importantes descubrimientos: siguiendo en parte las enseñanzas de Hipócrates, el fundador de la medicina antigua, demostró que en las arterias corre sangre y no aire como hasta ese momento se había creído. Además, probó que la sangre era impulsada en estos vasos por el corazón, que funciona como una bomba. Galeno escribió un tratado titulado “Arte médico”.

Otro personaje destacado, el galo Aulo Cornelio Celso, vivió en Roma en el siglo I y más que médico fue un enciclopedista sobre medicina. De él nos ha llegado un texto, De Re Medica Libri Octo, que constituye una de las más completas y claras obras de la antigüedad sobre el tema.

Celso enumera las dotes de un buen cirujano:

«Debe ser joven o por lo menos, no muy entrado en años. Debe tener mano firme, nunca temblorosa. Debe ser hábil tanto con la mano izquierda como con la derecha. Debe tener vista aguda y coraje. Debe hallarse desprovisto de compasión como para no dejarse impresionar por los gritos del paciente, cuando éste lo incite a apurarse o a cortar menos profundamente de lo necesario».

Fresco de Pompeya, Siglo I, en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, que representa a Lapyx extrayendo una punta de flecha de la pierna de Eneas. Foto: Wikipedia.
Instrumentos quirúrgicos romanos: en el grabado hay tres cucharas, tres pinzas y una espátula.

Para los desdichados enfermos sometidos a operaciones quirúrgicas en esa época, los únicos anestésicos eran el jugo de mandrágora y la atropina. Sin embargo, la cirugía estaba mucho más adelantada que la terapéutica. En efecto, de las excavaciones de Pompeya se han extraído numerosos instrumentos quirúrgicos que revelan una técnica avanzada. Es lógico que un pueblo dedicado a las armas se interesase por la cirugía más que por los medicamentos.

Según las descripciones de Celso, los cirujanos sabían extirpar las amígdalas, operaban en los ojos e intervenían hernias estranguladas. En el libro de Celso hay también instrucciones detalladas y precisas para la extracción de armas de las heridas. Para un pueblo que a menudo estaba en guerra, esto era de especial importancia. Se sabe que los soldados iban provistos en abundancia de vendas y gasas, y se les enseñaba el arte del vendaje. En un relieve de la Columna Trajana está representada la forma en que eran vendados los heridos en el campo de batalla. La medicina no hizo en Roma grandes progresos, sí en cambio y curiosamente la prótesis dental.

Relieve de la Columna Trajana en el que puede verse soldados practicando las primeras curas a los heridos. Foto: Matthias Kabel, Wikipedia.

En la antigua Roma ya existía la división entre médicos privados y médicos públicos. Estos últimos ejercían bajo la supervisión de las autoridades; prestaban su concurso en el ejército, en las escuelas de gladiadores, en las corporaciones, etc.

Estaban organizados de una manera que puede considerarse precursora de las modernas especialidades: médicos generales (medici), cirujanos (medici vulnerum, chirurgi), oculistas (medici ab oculis), dentistas y especialistas en el oído. No existía una titulación oficial requerida para ejercer la medicina, pero Julio César concedió la ciudadanía a todos los que la ejercían en Roma y estableció un cupo máximo de médicos en cada ciudad.

En esa época se fundaron los primeros hospitales, donde eran internados y curados los enfermos pobres. Estas instituciones se desarrollaron gracias al ejército, que levantaba hospitales militares.

Acueducto ‘Aqua Claudia’. Foto de Encyc. Brittanica, Wikipedia (1911).

Una aportación fundamental fue el descubrimiento de la importancia de la higiene y la sanidad pública como medio para evitar enfermedades. Por ello, se cuidó la organización de los servicios sanitarios. Ya en 450 aC, el senado sancionó un edicto por el que se prohibía que los muertos fueron sepultados dentro de las murallas de la ciudad. Con otro edicto ordenó que se procediera a la limpieza de las calles y al abastecimiento del agua.

Los arquitectos romanos construyeron acueductos, alcantarillas y baños públicos encaminados a asegurar un suministro de agua potable de calidad y un adecuado sistema de evacuación de aguas residuales. Basta pensar en el número y en las proporciones de los acueductos, que estaban en condiciones de suministrar a la ciudad millones de litros de agua por día, para dar idea de cómo les preocupaba la higiene.