El mejor tebeo de piratas
Se trata de uno de esos personajes que, no se sabe por qué extraña razón, nunca ha terminado de cuajar entre los aficionados españoles. Sus primeras aventuras se publicaron aquí por capítulos en los tebeos de Bruguera -con las censuras y manipulaciones que eran marca de la casa- y sólo con 35 años de retraso aparecieron los dos primeros álbumes (Glénat, 1994), para terminar vendidos en los cajones de saldo. Es lamentable que así sea porque los guiones son trepidantes, con todos los ingredientes propios de «una de piratas»: persecuciones de veleros en alta mar, sangrientos abordajes a galeones españoles, asaltos a ciudades amuralladas, tesoros escondidos en islas remotas… Pero cuenta también con otros alicientes surgidos de la fértil imaginación y cultura literaria del mejor guionista europeo de cómic: no es difícil identificar influencias de Salgari, el Conde de Montecristo y otros clásicos de la novela europea de aventuras.
La creación gráfica corresponde a Victor Hubinon, cuya muerte dio paso a otros dibujantes, como Jijé, Gaty y Pellerin. El dibujo de Hubinon tal vez no sea brillante, pero sí muy claro y cuidado y en él sobresale la variedad de enfoques y perspectivas de las viñetas.
En el primer álbum titulado El Demonio del Caribe, el pirata Barbarroja, capitaneando su temible bajel el Halcón Negro, aborda y destruye un galeón español. Pero el feroz pirata se ve conmovido por el pequeño Thierry, de apenas unos dos años de edad, cuyos padres, unos nobles franceses, han muerto durante el ataque. Barbarroja adopta al niño, cambiando su nombre por el de Eric, y tratará de educarlo como a un hijo, es decir, en la violencia despiadada propia de la piratería. «Un verdadero pirata ignora la compasión» dice Barbarroja. Pero Eric rechaza la forma de vida de su padre adoptivo y tratará de vivir dentro de la ley, lo que no siempre conseguirá por culpa de las intrigas de los poderosos, que en más de una ocasión le acusarán falsamente y le obligarán a refugiarse en el Caribe junto a Barbarroja.
Secundarios excepcionales de la serie son el formidable negro Betún y el terrible viejo Tres Patas, dos curtidos filibusteros que intentarán guardar fidelidad incondicional simultáneamente al padre y al hijo, lo que no siempre resultará fácil. Dato curioso es que en un gran número de álbumes la presencia de la mujer es casi anecdótica (los piratas no tienen tiempo para tonterías; cuando quieren una mujer, la toman y punto), si bien hay notables excepciones como la malvada Solange de Breteuil. La serie puede interpretarse también como una historia de iniciación del joven Eric, cuyos ideales chocarán siempre con un mundo sumido en la maldad, la intriga y la violencia.
En Francia, Barbarroja es un personaje aún vivo, cuyas aventuras siguen publicándose en Dargaud, con guiones de Christian Perrissin. En España, curiosamente, mucho más populares que los personajes originales son sus parodias, esos torpes piratas que van a pique una y otra vez por culpa de los galos de Asterix y que son una caricatura de Barbarroja y sus compañeros.