Aventurera por prescripción facultativa.
Me cabe la duda de si Isabella Bird (1831, Boroughbridge, Yorkshire-1904, Edimburgo) fue un caso psicopatológico o una caradura. Una mujer singular y una tía simpática en cualquiera de los casos.
Su padre y su abuelo materno eran pastores de la Iglesia Anglicana, por lo que podemos imaginar el ambiente familiar en que se crió. Es cierto que fue una niña enfermiza y pasó parte de su vida luchando contra diversas dolencias. Con diecinueve años tuvo que operarse de un tumor en la espina dorsal. Fue a raíz de esa intervención cuando comenzó a sufrir depresiones y a ponerse enferma cada vez que se la contrariaba o se la impedía hacer lo que quería. Y lo que Isabella quería era ver el mundo.
La muy astuta consiguió que un doctor le recomendase viajar como terapia para sus males. Ante la prescripción facultativa su padre tuvo que ceder, darle cien libras y permitirla embarcar sola hacia Estados Unidos, donde permaneció hasta que se le terminó el dinero. De su experiencia en ese viaje escribió su primer libro, The Englishwoman in America, que publicó en 1856.
Luego se vio “obligada” a seguir viajando por Canadá y por Escocia, ya que cada vez que regresaba a Inglaterra volvía a caer enferma. En 1872, siempre por “motivos de salud”, partió a Australia y de allí a Hawaii, donde permaneció seis meses y se dedicó a escalar los volcanes. De nuevo en Estados Unidos recorrió el país, a caballo y vestida de hombre, hasta las Montañas Rocosas y eso le sirvió para escribir el libro A Lady’s Life in the Rocky Mountains.
Conoció a un fuera de la ley llamado Jim Nugent, un tipo medio poeta y medio asesino, con el que vivió un apasionado romance. Escribió sobre él: «Un hombre del que cualquier mujer podría enamorarse, pero con el que ninguna mujer en su sano juicio se casaría». En consecuencia, Isabella abandonó las Rocosas y a Nugent. Un año más tarde a él lo mataron a tiros.
En cuanto regresó a Inglaterra volvió a caer enferma, de modo que levó anclas de nuevo, esta vez con rumbo a Japón, China, Vietnam, Singapur y Malasia. Entretanto, su hermana Henny murió de fiebres tifoideas en 1880 (debe ser que viajaba poco). El trágico suceso la sumió en una profunda depresión de la que intentó salir casándose con un doctor llamado John Bishop. Pero, al contrario de lo que pensaba, se agravó aún más su estado de salud. Y no sólo el de ella, sino también el de Bishop, que murió algún tiempo después (esto demuestra lo nocivo que es el matrimonio).
Lady Bird volvía a ser libre y levantó el vuelo de nuevo. Sin embargo, convencida de que debía hacer algo más que viajar por viajar, decidió estudiar medicina y hacerse misionera. Cerca ya de cumplir los sesenta se fue a la India, en febrero de 1889, donde fundó los hospitales Henrietta Bird en Amritsar y John Bishop en Srinagar, en honor de sus parientes.
Durante un viaje por tierras de Ladakh y Cachemira, en las cercanías del Tíbet, su caballo perdió pie al cruzar un río y la consiguiente caída le provocó a Isabella la fractura de dos costillas. En compañía del Mayor Herbert Sawyer viajó desde Bagdad hasta Persia, atravesando el desierto en pleno invierno y llegando a Teherán medio muerta. A pesar de lo cual, poco después ya estaba formando su propia caravana para recorrer Turquía y Kurdistán.
En esa época Isabella ya era conocida por sus libros y por sus artículos en diversas revistas. En 1892 se convirtió en la primera mujer en ser aceptada en la Royal Geographical Society, en la que también entrarían después otras mujeres como Rosita Forbes, de la que hablamos hace poco.

Su último gran viaje lo hizo en 1897. Primero a Yokohama en Japón; después, al estallar la guerra chino-japonesa, se dedicó a tomar fotos del acontecimiento. Terminó navegando en un sampán por el río Yangtzé hasta Sichuán. Allí fue atacada por la multitud, que la llamaba “diablo extranjero” y la acorraló en el piso superior de una casa, a la que prendieron fuego. Un pelotón de soldados la rescató en el último momento. En otra ocasión la apedrearon hasta dejarla inconsciente. Regresó a casa, no sin antes atravesar las montañas que rodean el Tíbet.
Posteriormente aún recorrería Marruecos para conocer a las tribus beréberes. A sus setenta y dos años, usaba una escalera para poder subir al caballo. Pocos meses después de su regreso falleció en Edimburgo, mientras hacía planes para volver a China. En 1982 Caryl Churchill se inspiró en ella y en sus textos para su obra Top Girls.