A la memoria de Clemente Sáenz Ridruejo

Adiós al maestro.

Los lectores de Futuro pasado saben que no acostumbro a incluir anotaciones de carácter personal. Pero en este caso me permitirán hacer una excepción, aun a riesgo de romper el tono habitual del blog.

«La muerte de Clemente Sáenz Ridruejo ha conmocionado no sólo a la ingeniería civil española, sino también a quienes le apoyaron en luchas que, en muchos casos, se anticiparon a su tiempo. Autor de cientos de estudios geológicos para la construcción de carreteras, vías férreas y embalses, fue pionero en compatibilizar los criterios de respeto al medio natural y a la riqueza arqueológica y cultural de España con la construcción de infraestructuras necesarias. No olvidaremos cuando encabezó las movilizaciones para impedir la construcción de una carretera que hubiera destrozado parte del entorno de las hoces del río Duero, en Soria.» (Miguel Ángel de Rus, en EL PAÍS, 03-03-2006)

Clemente Sáenz Ridruejo ha sido una de las personas que más han influido en mi forma de pensar y de actuar y, por tanto, cabe también suponer -y esta idea se me ocurre ahora según escribo- que incluso este blog algo le deberá a la inspiración de Clemente. Por ejemplo, tal vez por esa inspiración Futuro pasado tiene una sección de arqueología o una serie dedicada a una de las vías de comunicación más importantes, como es la ruta de la seda (solo por eso, ya se vería justificado -si fuese necesario- este atípico post de hoy).

Con Clemente aprendí cosas que jamás me enseñaron en la Universidad, como identificar sobre los accidentes geográficos episodios de la Historia o investigar los recovecos de los caminos y desviarme de mi ruta para ver una pequeña ermita perdida en el monte. Fue profesor en las aulas y maestro fuera de ellas.

Hace muchos años escribió unas palabras que hoy yo me tomo la libertad de referirlas a él mismo:

«Cuando nos asalta la duda de qué hacer o de cuál es la ética presumiblemente válida en determinada situación o dónde el bien común coincide con nuestras propias miras o éstas se apartan de él; cuando no sabemos cuál será el equilibrio deseable, el método oportuno o la relación óptima entre trabajos, vacaciones y disfrutes, nuestra memoria y nuestro instinto buscan el ejemplo. Tratamos de inducir cuál sería el comportamiento de nuestro elegido biotipo en las encrucijadas del camino propio. Nuestro modelo puede ser utópico o lejano, producto elaborado de lecturas y transmisiones de conocimiento, o por el contrario buscamos entre los hombres de nuestro tiempo y entorno, que nos ha sido dado conocer y tratar, de tal manera que podemos aproximarnos mejor a sus reacciones…»

Clemente concitó a su alrededor un grupo heterogéneo de profesionales de las más diversas especialidades y para muchos de ellos llegó a convertirse en ese modelo que él mencionaba en el texto anterior. Ha sido y seguirá siendo un punto de referencia de ideas y actitudes. Creó un estilo de ejercer la profesión -cualquier profesión. Su integridad intelectual y ética han sido un auténtico paradigma.

Creo que la figura de Clemente Sáenz Ridruejo está llamada a agigantarse con el transcurso del tiempo; es lo que les sucede a aquéllos que en el camino de la vida han marchado siempre unos pasos por delante de sus contemporáneos. Tal vez hasta dentro de quince o veinte años no se aprecie la influencia de Clemente en su auténtica dimensión.

Quienes tuvimos la suerte de disfrutar de sus enseñanzas y de su amistad trataremos de seguir su estela.