Bill Evans, el poeta del jazz

La compra reciente de uno de sus discos me da pie para hablar de uno de los pianistas más carismáticos de la historia del jazz, tal vez el mejor pianista de raza blanca: Bill Evans, un tipo tan sutil que desaparece detrás de su música, como si las teclas del piano tuvieran vida propia y no necesitaran de una mano que las pulsara. Acabo de enterarme de que era asiduo lector de filosofía zen, lo que no me sorprende porque Bill Evans era de esos individuos que parecen ir de puntillas, procurando perturbar el mundo lo menos posible. Siempre tocó acompañado únicamente de batería y bajo y nunca necesitó de otros elementos para lograr una perfecta fusión del jazz y la poesia.

«Creador de una estética más que de un estilo, Evans ha modificado profundamente la armonía, el fraseo y los conceptos rítmicos del instrumento y ha renovado totalmente el arte pianístico. Músico de aguda sensibilidad, introspectivo, con un lirismo sereno, un feeling a menudo conmovedor y un toque lleno de sutilezas…» (de Los grandes creadores del jazz, Gérald Arnaud-Jacques Chesnel, traducción y edición de J.C. Cifuentes)

Su música elegante y serena no se correspondía con la realidad de su vida desastrosa, ya que Bill Evans fue uno de esos «espíritus de cristal», que se quiebran al menor soplo: falleció en septiembre de 1980 a los 51 años, de problemas gástricos debidos a su condición de drogadicto.

Una de sus poses características

El CD que acabo de comprar California, here I come (Verve, 1967) recoge una actuación en agosto del 67 en el neoyorquino Village Vanguard, con Eddie Gómez al bajo y Philly Joe Jones a la batería. Es sólo un disco más de Bill Evans… lo que no es poco. Sus obras más célebres son probablemente Waltz for Debby (1961) y Conversations with myself (1963) -éste solo al piano-, sin olvidar que fue uno de los artífices de Kind of blue (1959), el álbum de Miles Davis considerado uno de los grandes hitos del jazz. Pero mi disco favorito de Bill sigue siendo el primero que escuché: el maravilloso Tokyo concert (1973) (Spotify), con ese final de Hullo Bolinas, en el que Evans se va esfumando lentamente hasta el completo silencio y se adivina la sorpresa del público al descubrir que, realmente, el tema ya ha terminado.

Waltz for Debby (vídeo):

Un enlace para saber más: The Bill Evans Webpages