Mucho de los mejores libros -o discos o cómic- que conozco los he encontrado por pura casualidad. Hace mucho tiempo, en una de esas ofertas de 3×2, tenía ya un par de libros en la mano y debía elegir un tercero para completar el lote. De entre los ejemplares a mi alcance me llamó la atención un título: Mi alma en China. Leyendo el prólogo y la contraportada me enteré de que la autora -para mí desconocida- Anna Kavan (Cannes, Francia, 1901-Londres, 1968), había publicado «varias novelas convencionales antes de sufrir el impacto de una doble experiencia, personal -la locura- y literaria -la lectura de Kafka- que revolucionaría su mundo interno«.

Su auténtico nombre era Helen Woods, aunque publicó algunas obras como Helen Ferguson, apellido de su primer marido, y más tarde cambió su nombre por el de Anna Kavan. Aunque británica, nació en Francia y vivió en varios países europeos, California y Birmania. Su padre se había suicidado cuando ella contaba trece años.
Se hizo adicta a la heroína alrededor de 1926. Pasó curas de desintoxicación muchas veces, pero siempre volvió a caer. Llamaba «mi bazooka» a la jeringuilla. Continuó escribiendo, incluso durante los períodos de depresión mental que pasó en clínicas de Inglaterra y Suiza. Además fue pintora y decoradora.
Se casó dos veces y su único hijo murió en la Segunda Guerra Mundial. Hizo varios intentos de suicidio. En diciembre de 1968 fue hallada muerta en su casa de Londres, con una jeringuilla -aún llena- en la mano.
La mayor parte de su obra es autobiográfica y -como es fácil adivinar- está marcada por la desesperación y el nihilismo, y hay un claro reflejo de su drogadicción en la atmósfera delirante en que se desenvuelve. Sin embargo presenta una excelente factura y un estilo en muchas ocasiones brillante, y esto no dejará nunca de sorprenderme en escritores de probada inestabilidad mental. «Su conducta en público tenía tendencia a ser errática«, dice su amigo y editor Rhys Davies, «podía tratar a uno de sus invitados con la mayor delicadeza, y luego, bruscamente, tirarle encima el pollo asado…»

Anna Kavan escribió Mi alma en China poco después de divorciarse y narra la relación -condenada al fracaso- de una recién divorciada con un australiano. China es una metáfora y representa el país onírico, unas veces maravilloso y otras terrible, adonde se traslada el alma de la narradora bajo los efectos de la droga o de una crisis mental. La atmósfera oscila entre la asfixiante realidad de una relación de pareja cuyo final ya se vislumbra y las alucinaciones de una mente desequilibrada. Del mismo modo, la narración se mueve entre la primera y la tercera persona, reflejando la crisis de personalidad de la narradora. «Escribía en un espejo«, dice Rhys Davies, «el espejo la encarcelaba.»
Además de la novela que le da título, en el mismo volumen se incluyen cinco relatos, entre los que destaca Julia y el bazooka, alucinado relato de una joven yonki.
De toda la obra de Ana Kavan, solo Mi alma en China (Grijalbo Mondadori, 1992) y la novela Hielo (Seix Barral, 1987) publicada en 1967, han sido traducidas al castellano (que yo sepa). Ambas han sido reeditadas en 2004 por El Nadir Ediciones.
La página sobre Anna Kavan de Jan Hanford