La mitad de un monstruo

El título de la última novela de Alberto Ávila Salazar, “La mitad de un monstruo” (Materia Oscura, 2017), sugiere que hay otra mitad que no se menciona en portada, que se esconde entre las páginas del libro. Y así es.

Desde el primer párrafo el lector cae en un universo fantasmagórico de colores fosforescentes y formas inestables, situado cronológicamente en un futuro quizás no muy lejano en el que nuestro planeta se encuentra enfermo, intoxicado por la contaminación. Vertidos industriales multicolores se extienden sobre la superficie de la tierra y vapores contaminantes forman nubes de hermoso aspecto, creando una atmósfera que recuerda una experiencia con sustancias psicodélicas, como las que describe Timothy Leary en sus memorias.

El Madrid de “La mitad de un monstruo” recuerda a la ciudad de Los Angeles en Blade Runner. La capital se halla sumergida en una nube irisada de humo irrespirable, pero de mayor belleza que la “boina” grisácea que hoy la cubre. La contaminación ha hecho estragos en la salud de la población, que sufre enfermedades crónicas y mutaciones de pesadilla. Animales y plantas no se han librado de los efectos nocivos de la brutal actividad humana.

En este ambiente opresivo, el trabajo de Pablo, el protagonista masculino de la novela, consiste en inspeccionar las estaciones medidoras de contaminación en la Sierra de Madrid. Su ocupación le obliga a ir con una máscara, que con el tiempo terminará formando parte de él como si fuese su propio rostro. Parece encarnar el mito de Jano, el dios de las dos caras, señor de las puertas del cielo y el infierno. Un día Pablo es testigo de lo que parece ser un horrible crimen, del que la policía le acusará más tarde. En el hotel en el que se aloja conoce a Francisca, con la que establecerá una relación amorosa, relación que será más bien una huida hacia ninguna parte. La pareja vive una historia de amor en el infierno, pues “La mitad de un monstruo” se inspira en el Canto V del Infierno de la Divina Comedia de Dante.

Alberto Ávila Salazar es un autor que se caracteriza por dar una vuelta de tuerca a temas ya tratados en la literatura, pero a los que él sabe dar una nueva perspectiva. El monstruo es una típica representación del “otro”, aunque el “otro” pueda estar dentro de uno mismo, como en el caso del Dr Jekyll y Mr Hyde. Kafka nos mostró en la Metamorfosis la transformación de alguien en un monstruo. Esta novela bebe de todas esas fuentes para ofrecer, no ya una visión diferente de la figura del monstruo, sino sobre todo un punto de partida para que el lector reflexione sobre dicha figura. “La mitad de un monstruo” es mucho más que una novela de género fantástico, ya que, como toda buena obra literaria, admite múltiples niveles de lectura.

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En el planeta en desintegración, infectado, corrompido, que nos presenta el autor, caben humanos, robots y fantasmas, pero también monstruos con apariencia de seres mitológicos llenos de simbolismo. La última parte de la novela avanza en una progresión a cada página más alucinante, la realidad se disuelve como en un torbellino desbordando los límites y se confunden las diversas naturalezas de cada uno de los seres que la pueblan. En ese sentido, esta obra plantea una cuestión muy de actualidad como es la de la identidad. La realidad, los sueños, las alucinaciones, todo forma parte del mismo mundo surrealista en el que las identidades se confunden. Los propios protagonistas son conscientes de estar viviendo una situación excepcional: “¿Recuerdas cuando fue la última vez que te sucedió algo normal?” pregunta Francisca a Pablo.

“La mitad de un monstruo” es una novela insólita, que gustará tanto a quienes solo busquen leer una buena historia de ciencia-ficción como a quienes deseen disfrutar de la buena literatura.