Mito, Simbolismo y Recepción. Ensayos y ficciones.
Dice el Tao-te-king: “Treinta radios convergen en el centro de una rueda, pero es su vacío lo que hace útil al carro”. Puede parecer extraño comenzar la reseña de un libro sobre Orfeo con una cita taoísta, pero no se me ha ocurrido otra imagen más apropiada para describir esta obra en la que quince autores parten desde lugares y perspectivas muy diferentes, y en algunos casos diametralmente opuestas, para aproximarse al mito de Orfeo.
Orfeo es un personaje de la mitología griega, poeta y músico, llamado por Píndaro “el padre de los cantos”. Se le considera el inventor de la cítara y era capaz con su música de calmar a las bestias, mover las rocas y cambiar el curso de los ríos. Formó parte de la expedición de Jasón y los Argonautas en busca del Vellocino de Oro y gracias al tañido de su lira los tripulantes del Argo lograron escapar a los cantos de las Sirenas.
Su esposa Eurídice murió al ser mordida por una serpiente. Pero el amor de Orfeo hacia ella le dio fuerzas para descender a las cavernas donde moran los muertos a buscarla. Sorteando numerosos peligros gracias al poder de su música, llegó ante al dios Hades y logró convencerle para dar otra oportunidad a Eurídice. El dios del inframundo dejaría marchar a la mujer con una condición: Orfeo no podría mirarla hasta que ambos estuviesen arriba a la luz del sol. La pareja emprendió el camino de regreso durante el cual Orfeo no volvió la cabeza ni una sola vez para mirar a su amada. Sin embargo al llegar a la superficie, bien por impaciencia o por designio de los dioses, miró a su esposa cuando ella aún tenía un pie en la sombra. Eurídice fue tragada de nuevo por las tinieblas, esta vez para siempre.
Orfeo no volvió a relacionarse con mujeres y fundó el culto conocido como misterios órficos, exclusivo para hombres. Sobre su muerte hay distintas versiones, pero las más interesantes son las que coinciden en que fue asesinado por un grupo de mujeres y su cuerpo despedazado y arrojado al río Hebro, junto con su lira. Su cabeza siguió cantando mientras flotaba en el agua. Zeus tomó su lira, la elevó al cielo y creó la constelación que lleva el nombre de ese instrumento.
Los autores de De Orfeo a David Lynch se aproximan al mito y, desde diferentes puntos de vista, estudian sus características, como la presencia del tema del descenso al infierno o las cualidades de chamán del héroe. Pura Nieto destaca su extraordinario poder musical y su relación con la muerte.
Otros autores rastrean los antecedentes del mito y las relaciones de Orfeo con otros personajes de la mitología griega, como Odiseo y Dioniso, y también de la cristiana, especialmente con Jesús de Nazaret: Orfeo como prefigura de Cristo, según Fernando R. de la Flor.
David Konstan considera a Orfeo un iniciado fracasado, ya que regresa con las manos vacías de su viaje al otro mundo. Para Hugo Magenis es un ejemplo de cómo los viejos dioses sanguinarios fueron civilizados.
La relación entre el héroe y las mujeres es analizada por Pilar Pedraza, que recorre varias obras literarias y cinematográficas en las que el personaje aparece como soltero, esposo o viudo.
Varios de los artículos presentan a Orfeo tal como ha sido tratado por la literatura de autores como Maurice Blanchot, Cesare Pavese, Giusseppe Tartini o Victor Hugo. De este último autor nos habla Alberto Ávila Salazar, especialmente sobre la cabeza de Orfeo, que siguió hablando y cantando una vez separada de su cuerpo, circunstancia que recuerda al poema de Hugo Lo que dice la boca de sombra.
El recorrido de Orfeo en el cine va desde Cocteau a Marcel Camus, terminando con un curioso relato a cargo de Alberto Ávila Salazar, un mano a mano entre David Lynch y Werner Herzog.
Para Katia Hay el viaje de Orfeo al inframundo es solo un sueño del que despierta cuando pierde de nuevo y para siempre a su amada Eurídice, que en realidad siempre estuvo muerta. Al fin y al cabo, como apunta Iury Lech, entre Orfeo y Morfeo no hay más que una letra de diferencia.
Es habitual en los libros colectivos leer algunos artículos y dejar otros de lado pero en este caso si se quiere tener una idea cabal del mito de Orfeo hay que leerlo entero, ya que unos textos complementan a otros en su aproximación hacia el centro, el “vacío que hace útil al carro”.

Autores: Fernando Broncano (editor), David Hernández de la Fuente (editor), Pura Nieto, David Konstan, Fernando R. de la Flor, Carlos García Gual, Javier Moscoso, Pilar Pedraza, Ernesto Pérez Zúñiga, Alberto Ávila Salazar, Hugo Castignani, Katia Hay, Hugo Magenis, Frank G. Rubio, Iury Lech.