Libro de Pascual Serrano sobre las consecuencias de la utilización de los nuevos formatos de comunicación.
Hace tiempo que sigo a Pascual Serrano a través de sus artículos en Rebelión (medio del que es fundador) y su propio blog y sé que no es ningún tecnófobo, idea errónea que podría sacar quien empiece a leer La comunicación jibarizada (Ed. Península, 2013). Lo que pretende Serrano en su último libro es ponernos sobre aviso de que, tal como dice Santiago Alba, no todo progreso tecnológico actúa a favor de la emancipación social:
“Mi intención no es otra que adjuntar una especie de advertencia de efectos secundarios, peligros de sobredosis, medidas de prevención y recomendaciones para el buen uso […] No se trata de cargar contra la tecnología, pues sus ventajas son indiscutibles y su presencia y utilización, inevitables. La cuestión no es hacer que desaparezca, sino qué hacer y cómo con lo que existe.”
Las características principales de esta nueva forma de comunicación a través de la red son su brevedad y simplicidad. Estamos frente a una avalancha de numerosos diminutos mensajes instantáneos. Pero para comunicar situaciones o transmitir pensamientos complejos se requieren medios al menos igual de complejos: suficiente tiempo para la exposición y espacio para el desarrollo. Asimismo el receptor necesita una atención exclusiva sin elementos que le distraigan.
“Hay dos formas de impedir pensar a un ser humano: una obligarle a trabajar sin descanso; la otra, obligarle a divertirse sin interrupción” (S. Alba)
Los usuarios de la red interiorizamos esta nueva forma de comunicación dispersa: cualquiera que intente concentrarse en un trabajo frente al ordenador será una y otra vez interrumpido por mensajes de correo electrónico, tuits, actualizaciones de estado de redes sociales, mensajería instantánea, chats… Esta forma de proceder termina por afectar a nuestra capacidad de concentración, de manera que acabamos por ser incapaces de mantener la atención de manera continua.
La comunicación jibarizada ha llegado también a los medios de comunicación de masas. Un ejemplo de este modelo impuesto es lo que el autor llama el telediario powerpoint: “listado de puntos sin relación entre ellos, fórmula enunciativa pobre de vocabulario, sintaxis estandarizada y absoluto desinterés por las causas de los acontecimientos que se están exponiendo”. Todo ello acompañado por gráficos, fotos e imágenes en movimiento.
Tenemos así que los informativos se han convertido en una acumulación de datos anecdóticos. Pero resulta que sin reflexión no hay información:
“Los acontecimientos y los asuntos tienen una historia sin cuyo conocimiento no es posible saber realmente lo que sucede en el mundo; si algún medio o algún documento promete informarnos de algo sin recurrir a la historia, nos está engañando, está inoculando información jibarizada…”
Las implicaciones ideológicas de todo esto están claras: la aceptación pasiva de determinados formatos de comunicación por parte de la ciudadanía lleva a la ausencia de pensamiento crítico, que es en definitiva el ideal de quienes ejercen el poder.